No se sabe con certeza qué estaba haciendo Liu Chuanyi, un joven chino de 22 años, en un bosque en la frontera entre Tailandia y Myanmar, pero de alguna manera cayó en un pozo abandonado en las afueras de la ciudad de Mae Sot.
Después de chillar desesperadamente durante mucho tiempo, Chuanyi comenzó a pedir socorro solo una vez cada hora para no gastar energía. Aun así, sus gritos no recibieron respuesta, no porque nadie los oyera, sino porque quienes sí lo hacían estaban convencidos de que eran los gritos de un fantasma.